La tejedora de sombras

11:13 a.m.

La primera vez que supe de JorgeVolpi fue en 1996 en la que fuera mi secundaria, esa escuela diurna a donde todos asistíamos con uniforme verde o blanco según fuera día de hacer actividades físicas. Volpi formaba parte del programa “Jóvenes creadores” del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) el cual apoya a jóvenes para que creen obras artísticas en el transcurso de un año.

Supongo que dentro de las actividades que el FONCA les encomendaba, estaba la del fomento a la lectura con los adolescentes. Por esta razón, la directora de la escuela acondicionó la mejor de las aulas para convocar a alumnos que estuvieran dispuestos a escuchar una charla de alguien desconocido pero con mucho entusiasmo para hablar de los derechos del lector. Volpi dejó claro que como lectores tenemos todo el derecho de comenzar por las primeras páginas o en sentido contrarios si se nos apetece. Se solidarizó con nuestra apatía a la lectura, ocasionada por los maestros de literatura que en sus exámenes hacían preguntas tan precisas como: ¿Cuál es el color del esmalte de las uñas que usaba la esposa del gordo Menchaca que aparecía en la página 73? El derecho que más le hizo sentido a mis compañeros fue aquel que expresaba, que todo lector tiene derecho a leer las primeras páginas de un libro y abandonarlo si no es de su agrado. La idea era darles confianza a los adolescentes para que, de una o de otra forma, nos acercáramos a la lectura y para que viéramos a los libros como verdaderos amigos incondicionales.

Yo mismo me considero uno de esos adolescentes a los que Volpi logró convencer. Dos años después que se publicó su novela “En busca de Klingsor” fui de los primeros en adquirirla. De este libro obtuve el mejor nombre para mi mascota: Bacon, en honor a Francis Bacon, canciller de Inglaterra. Escuchar a Volpi en uno de sus talleres impartidos en la librería "El Péndulo" dista mucho de leerlo en su columna semanal en el periódico Reforma. En esta última se le puede conocer molesto, a la defensa de su veredicto por ser parte de un jurado que otorga un premio a quien parece no merecerlo, a un escritor opinando sobre las decisiones de la procuraduría sobre narcotraficantes, o destacando la vergüenza y pasmo colectivo al conocer las decisiones de la Suprema Corte de Justicia que demeritan su credibilidad, a un ciudadano y servidor público opinando sobre su país que lleva demasiado tiempo sufriendo por un sistema de justicia torpe, lento y corrupto; a alguien muy humano para ser precisos, queriendo abarcar los aciertos y errores que todos tenemos. Todas estas formas de ser del escritor, nada tienen que ver con una novela ganadora del premio iberoamericano de narrativa: “La tejedora de sombras”, editado por Planeta. Es diferente: serio y comprometido.

La tejedora de sombras es una novela que relata la historia de amor apasionado, obsesivo, sufrido, clandestino y oculto que viven Christiana Morgan y Henry Murrray durante 42 años;  ambos tienen a sus respectivos esposa (o);  Christiana casada con un hombre  mayor y Henry casado con una rica heredera que atiende a sus hijos.  Los matrimonios de ambos, son parte del mismo grupo social que se reúne frecuentemente, aún cuando Jo (la esposa de Henry) y Will (el esposo de Christiana) tienen más que la sospecha de la relación entre sus cónyuges.
Christiana, inicia psicoanálisis con el Dr. Jung, quien hace una especie de “experimento” con ella, utilizan dibujos que ella realiza durante los periodos de trance de ella.
Durante “la relación” entre Christiana y Henry, se dan relaciones fugaces sobre todo de ella con diferentes jóvenes, que al final lo único que logran es provocar que ella sólo quiera estar con Henry.

Amor, pasión, locura, atracción y hasta adicción, soledad, esperanza, ternura y obsesión son elementos del romance que narra Jorge Volpi en esta novela; retratando detalladamente situaciones de encuentros apasionados entre Christiana y Henry. Ellos además de su relación amorosa, comparten la parte profesional en más de una ocasión.

La lectura de esta novela pudo atraparme por 2 días, pero yo mismo, en la medida en la que me atormentaba y me hacía dudar sobre la fidelidad y deber ser de una pareja, dejaba descansar las ideas. Mis dudas se generaban no sólo porque podría ser una novela con ideas contradictorias a mi manera de pensar, el estilo con el que se narran las vivencia de Christiana Morgan parecen tan seguras que podrían ser lo más normal para lograr convencer al lector. La posibilidad de que una mujer ame a dos hombres y de llegar a un acuerdo con ambos para disfrutarse con sus mejores cualidades, todo ello narrado con un detalle y erotismo único, puede parecer la forma de vida de una mujer que necesita ayuda psiquiátrica. Esta ayuda psiquiátrica nunca ha de llegar porque los dos personajes más importantes del trío amoroso son médicos psiquiátricos con renombre. Entonces, ¿Quién está mal? es la pregunta que el lector se repite una y otra vez queriendo llegar al final para conocer la respuesta. Lo mejor es que la respuesta es sugerida y deja entredicho que esa forma de vida es necesaria para crear un método que permita investigar el origen de las fantasías. Aquellas fantasías que a muchos artistas e iluminados las han inspirados para hacer cosas fabulosas.

Los tres personajes justifican su cercanía y amor a favor de la ciencia, a favor de tener lo necesario para hacer una investigación con prácticas basadas en la vida y en el día a día. Surge pues la necesidad de tener una segunda mujer como femme inspiratrice,

una mujer que no ha nacido para procrear hijos sino para fecundar a los hombres que sepan apreciarla. Siempre que se mantenga cerca de esta mujer, hará usted grandes progresos, pero debe tener claro que las mujeres como Christiana nunca serán buenas esposas. Su energía anímica, brutal e incontrolada, no las prepara para la vida doméstica o la educación de los hijos, téngalo presente.”

La mejor forma de justificar la participación de dos personas fuera del matrimonio, según los personajes principales de esta novela es que:

ellos se conocieron en los terrenos de la sensación y emoción; su función superior es el intelecto y después la intuición, por eso están juntos y eso hace mágica su unión…

La nota final del libro puede no ser lo mejor para el lector. Descubrir que Volpi usa su estilo y experiencia para contar una historia resultado de una buena investigación en Harvard donde se conserva el archivo de Henry Murray perturba de sobremanera.

Vale la pena citar la frase más erótica que encontré en las 275 páginas de la novela: “Tú me fertilizas”.

La tejedora de sombras, una novela que regala una perspectiva de un amor fuera del matrimonio que lejos de presentarlo como “traición”, deja una sutil sensación de que esas relaciones parecieran “necesarias” para el bienestar del ser humano, como un complemento al “matrimonio tradicional”, en el caso de Henry, con su esposa Jo, tiene aparentemente la familia perfecta, esa que nos dicen que todos debemos tener (la esposa dedicada y los hijos) y con Christiana, él vive, experimenta y disfruta esa pasión desbordada que hay entre ellos, que inevitablemente produce amor. Esta novela ofrece dos opciones de lectura; la primera, de alguna manera puede provocar la reflexión del lector, que se cuestione, haga juicios de valor y replantee su forma de vida; sin embargo, visto de manera muy superficial, es una historia entretenida, bien contada de la vida cotidiana que se adecua a cualquier contexto histórico y nivel cultural.

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